¡Resucitamos con Cristo!

Después de haber vivido intensamente la Cuaresma, nos alegramos este domingo con el día luminoso de la Resurrección. Cristo resucitado nos revela lo nuevo del hombre y su mundo. Lo nuevo de Cristo y su Iglesia, nos muestra nuestro destino glorioso, el camino auténtico de nuestra felicidad.
     La Resurrección de Cristo es la verdad de mayor importancia en nuestra fe. La vida de Cristo había terminado de modo trágico en la cruz, pero él había prometido que resucitaría al tercer día de su muerte y lo cumplió plenamente. Jesús resucitado se apareció a sus discípulos, conversó y comió con ellos, y los envió a todo el mundo para anunciar la redención del pecado, la resurrección de los muertos y la vida eterna con Dios.
     La Resurrección es la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran la justificación porque Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina como Hijo de Dios. La Resurrección es obra conjunta del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, inseparables en su ser y obrar. Unidad esencial en el amor infinito que Dios tiene para el hombre y la creación entera.
     ¡Qué hermosa es la Oración Colecta de la Misa de hoy: “Padre nuestro, que por medio de tu hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a los que celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a la vida nueva, renovados por la gracia del Espíritu Santo”.
      La Resurrección de Cristo es un milagro y un misterio de fe. Los apóstoles se proclaman testigos de ese hecho y es el centro fundamental de su predicación.
     Testifican haber visto y oído la Resurrección del Señor, y con su predicación y su vida, los apóstoles garantizan la veracidad de su testimonio. La Resurrección del Señor es una verdad fundamental de fe y de vida que la Iglesia ha conservado y transmitido en todos los siglos de su existencia.
     San Pablo nos dice hoy textualmente: “Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Pongan todo su corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también se manifestarán gloriosos, juntamente con él”.
     Nuestra propia resurrección con Cristo ya se inicia en este mundo, por la santificación de nuestra alma y nuestro cuerpo. La gracia de Dios diviniza al hombre. Hay que seguir siendo fieles testigos de Cristo resucitado, con palabras y con hechos: profundizar nuestra fe, proclamar el Evangelio y preocuparnos seriamente por el bien espiritual, material y cultural de nuestro prójimo.
     Amiga, amigo: La vida es breve, la tarea es corta, la recompensa es eterna con Dios. 
 

Fuente: El Informador (México)