Entre lo esperado y la realidad...

Con el bautismo en el Jordán termina la "época silenciosa" de Jesús: años de docilidad, de escucha, de aprendizaje, de ir "creciendo en sabiduría". Jesús no quería ser nadie en especial y lo demuestra al ir a bautizarse con Juan, de la misma manera que lo estaban haciendo los que habían descubierto un nuevo camino. A pesar de eso, Dios Padre lo presenta ante todos cuando le dice que es su favorito, que lo colmará de bendiciones. Si tengo que elegir -de entre otros momentos- un momento en el cual me sentí más amada por Dios fue cuando "descubrí" este pasaje del Evangelio, porque significó tomar real conciencia que, en cada momento de mi vida, a cada paso, Dios me iba mostrando su predilección y su amor.
Y este descubrimiento me llevó, además, a tomar más conciencia de mi propio Bautismo, de esa misión que se nos encomienda cuando somos bautizados. La mayoría de nosotros no recordamos nuestro Bautismo porque éramos muy pequeños, pero algunos pudimos ir descubriendo su significado más profundo a través de momentos que nos marcaron. A pesar de haber sido educada en la fe, mi descubrimiento fue en el Cursillo, que fue mi “momento Galilea”, como lo describe Pedro cuando hace memoria y recuerda su llamada en el lago de Galilea. Nuestro Bautismo fue la llamada personal de Jesús, pero además hay una “Galilea” particular de cada uno, donde sentimos la llamada con más fuerza. Hay una canción de Serrat que dice "Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así" y hoy puede ser un gran día para hacer memoria agradecida y recordar nuestro Bautismo, planteándonos nuevamente que hemos sido bautizados con “Espíritu Santo y fuego”, como decía Juan en el Evangelio, y eso nos compromete a ser constructores del Reino que Jesús vino a implantar.