A casi 33 años...

“Seguimos mirando nuestro presente y nuestro futuro con esperanza, aunque sea dolorosa nuestra realidad”

Es necesaria la oración y la esperanza de todos

Necesitamos orar mucho por nuestro país; necesitamos especialmente la oración de ustedes, niños y enfermos; necesitamos el rezo del padrenuestro en familia, tomados todos de la mano. ... Y necesitamos la intercesión de María santísima.

Necesitamos pacificar nuestros espíritus para contemplar serenamente la dolorosa realidad que nos rodea y mirar con esperanza nuestro futuro; necesitamos no equivocarnos, para evitar cualquier camino alocado de odios y de sangre; necesitamos la esperanza, que no es ni una ficción ni una ilusión; necesitamos recordar que el miedo nos enferma espiritualmente, nos paraliza y nos empuja a obrar sin racionalidad.

Necesitamos escuchar esa voz que clama en el desierto, como nos lo dice el evangelio; es la voz de Juan, el Bautista, que grita desde el desierto a los hombres de toda condición social, para que preparemos los caminos del Señor y allanemos los senderos para reencontrar la verdadera paz y la fraternidad. Es hora de hacer un alto en nuestra marcha hacia el Cristo del pesebre. Es hora de convertir la vida.

Es necesario recurrir a María, la servidora de Dios

Suplicamos humilde y confiadamente a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres, que no deje solos a los argentinos, que no nos deje solos; necesitamos purificarnos de muchos pecados privados y públicos; y necesitamos que María nos ilumine para no continuar enceguecidos, sembrando de dolor nuestra tierra; debemos, pues, suplicar para llegar a ser, como ella, oyentes de la palabra de Dios que nos ayude a escudriñar los signos de los tiempos que transitamos y a interpretar lúcidamente los acontecimientos penosos que padecemos.

Necesitamos que María nos enseñe a ser comunidad orante, para realizar en nuestra vida el canto de su Magnificat. Necesitamos que ella nos enseñe a ser comunidad fraterna y abierta al servicio de todos los hombres, que nos enseñe a vivir las bienaventuranzas para ser auténticamente felices; necesitamos que ella nos manifieste lo que su divino Hijo Jesucristo realizó y sigue realizando por su encarnación, muerte y resurrección.

Es necesario convertir el corazón

Necesitamos deponer el orgullo, la soberbia, el egoísmo, la ceguera de mente y corazón, la arrogancia y la irresponsabilidad, el desprecio por la vida de cada hombre, la ambición desmedida de poder. Necesitamos dejar de erigir ídolos de pies de barro, que hoy son y mañana caen como las hojas de los árboles. ¡Que María santísima nos ayude a limpiar nuestras vidas y a cambiar de actitudes y de procederes, cuando éstos ofenden a Dios, envilecen a los hombres y comportan una dolorosa herencia para nuestros hijos!

Sin embargo, guiados por María y con la fortaleza y la gracia de su divino Hijo, miramos aún nuestro presente y nuestro futuro con esperanza, aunque sea dolorosa nuestra realidad.

…lo que ofrecemos no es algo elaborado por los hombres sino el don mismo de la vida trinitaria…

Es necesario ser fieles a Dios en la verdadera doctrina

Seguiremos, entonces, anunciando que cada hombre es “templo del Espíritu Santo”, y que como tal debe ser tratado. Seguiremos orando por todos, sin dejar a nadie fuera de la oración privada y litúrgica. Seguiremos suplicando a María por todos: vivos y difuntos. Nos duele constatar el miedo reinante en nuestro pueblo, las angustias de los hogares, la inseguridad en que vivimos. La violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, no es el camino hacia la paz y la fraternidad.

Por todo ello pedimos a la Virgen Madre que nos devuelva el amor por la vida y la capacidad de sorprendernos ante cada muerte. Sabemos que no son horas de discursos, sino de procederes rectos, honestos, justos y generosos. Revisemos los cristianos nuestras actitudes públicas y privadas, para comprobar si son conformes con el evangelio que asumimos desde nuestro bautismo y del que juramos ser testigos en nuestra confirmación. ¡Que la Virgen no permita que nuestro antitestimonio sea causa de sufrimiento!

No asumir la verdad de que la Iglesia es santa en su origen —que es la Santísima Trinidad— y pecadora en sus miembros —que somos nosotros—, es no comprender el credo católico que proclamamos y nos esforza­mos en vivir…

7 de diciembre de 1975.

Homilía en la misa radial

Monseñor Angelelli